“Una tarde aburrida, me encontraba yo observando la naturaleza, los autos, y la gente que circundaba en el sector… en eso detengo la mirada en un simpático gusanito negro con amarillas rayas que cinéticamente permanecían en movimiento. Con cabeza, cola y partes de color naranja.
El decidió cruzar la peligrosa calle (Av. 19) quizás para él era un reto llegar a la otra orilla, sus amigos desde el arbusto de flores blancas observaban la hazaña y comentaban ¡que no se salvaría! Que moriría… pasó aproximadamente 45 minutos en atravesar, con grandes peligrosas ruedas enormes a las que se detenía a esperar para continuar su cuerpo negro se confundía con el asfalto que brilla por el radiante amarillo de la tarde, parecía desde la distancia un montón de parábolas amarillas en movimientos mágicos y esplendidos.
El tiempo transcurría y los peligros asecharon su camino hasta que el fin logró su objetivo, al llegar a la otra orilla celebraba victorioso en el regazo de la acera de este lado sus amigos no creían lo ocurrido, se imaginaron que el conocería otros horizontes que había escapado de lo cotidiano y alejado de los principios de su naturaleza… no se percato que de la suela de zapato de un transeúnte lo aplastaría y quedaría desecho, cual gota de gusano extirpado tatuado en la acera de tal forma artística maravillosa…
Queda a reflexión, que uno tiene que arriesgar el pellejo, para demostrar lo que uno cree, quiere, nuestra verdad, y por la lucha incansablemente, pero las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir, quizás esta historia no comienza con había una vez….y tal vez no termine con un final feliz, pero si nos deja grandes enseñanzas que no debemos obviar.
C.G.
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